Ruta del Portús

El camino del Portús se inicia en Adons. Las primeras curvas ya nos descubren un terreno pobre en vegetación condicionado por la altitud, el modelado cárstico y la falta de tierras de cultivo.

En el primer collado, en los prados de Cumó, un camino suave avanza sobre un substrato rocoso que no deja de sorprendernos por sus formas estriadas, con pequeños cuencos o “cameles”, que se llenan con el agua de la lluvia, y donde los animales domésticos y salvajes beben, en un país, en general, bastante seco.

A más altitud, la vegetación cambia. El pino silvestre, de forma aislada, la gayuba con sus característicos frutos rojos y los ramos densos de espliego adornan un sendero que conduce hasta la hondonada donde se encuentran los Trossos de l'Avedoga.

La parte final del camino asciende por la pala de l'Avedoga, y es aquí donde prestaremos atención a uno de los protagonistas del itinerario: la presencia del abeto, testimonio natural de un antiguo abetal que lo cubría todo y que hace siglos que desapareció debido a la acción del hombre. La memoria popular explica que era el lugar donde se escondían los lobos de la zona y que esta fue una de las razones de su destrucción.

Después de pasar caminando entre dos serbales, un jardín de arbustos nos llevará hasta el límite inhóspito de la sierra, donde la energía del relieve se manifiesta en las paredes verticales que se precipitan hacia la Terreta. Es territorio de chovas, cernícalos, buitres leonados y, como no, del emblemático quebrantahuesos.

Ante nosotros, hundido, aparece por fin... el Portús, un corte de espada sesgado sobre la sierra calcárea, de unos veinte metros de altura por tres de ancho, donde crecen especies vegetales como la corona de rey y la oreja de oso, y que durante la historia del poblamiento de la Ribagorza aproximó, sin duda, la montaña al llano.